Esperando el último transporte para llegar a casa luego de una ardua jornada de trabajo, siente un dolor repentino en un dedo de la mano, el del medio de la derecha. Al llegar a casa el dolor se hacía más intenso a la vez que minuto a minuto se sumaban síntomas, un malestar efervescente que le provocaba una latente jaqueca, opresión en la garganta, dificultad para respirar... pero lo peor seguía siendo el dedo, se había hinchado poniéndose colorado primero y azulado poco después. Todo se concentraba ahí, y desde ahí emanaba todo lo demás. Supuso que algo la había picado, pero no hubiera podido decir en qué momento o qué bicho lo hizo. En la cocina de su casa había movimiento, había personas de paso (familia de sangre, pero lejanos como nadie más que alguna vez hubiera conocido), recuerda la voz de una mujer preguntándole "pero te duele mucho o de verdad te sentís mal", mientras estaba de rodillas y los ojos cerrados; de esa manera fue hasta el baño, con el último vestigio de raciocinio llegó a pensar "ahora viene la oscuridad completa". Maniobrando extrañamente el teléfono celular, manoteando a ciegas agarró una caja de la que nunca había sacado un comprimido, y llegó a ingerir uno. Las personas se fueron sin decir más, sin ver qué pasaba. La oscuridad llegó. Pero tenía voz, una muy clara y potente voz, que le dijo "te me vas sólo porque estoy cansada, esta vez no quiero luchar, 'ñch, andá, y que al menos valga la pena. Pronto nos volvemos a encontrar." y todo se apagó.
No se sabe cuánto tiempo después volvió a sentir, y vaya que sintió, ¡eran como cientos de agujas pinchando y transmitiendo electricidad en todo su suelo pélvico! ¡Pinchazos a lo largo de toda la sonrisa vertical y electricidad, todo a la vez! Y entonces gritó. Gritó porque pudo volver a respirar, abrió los ojos como el dos de oro, todo su cuerpo recobró movimiento en una sacudida y entonces los pinchazos desaparecieron; lo que sea que le hubiera picado en el dedo le provocó un shock anafiláctico. Y así volvió.