Veinticuatro horas y media. Eso es lo que dura un día. Veinticuatro horas y media en cualquier momento de los seiscientos ochenta y siete días del año. Acá no hay hojas doradas cayendo en otoño volviendo en tonos sepia los barrios, porque no hay otoño. No hay días plomizos anunciando frío y lluvia ideales para torta fritas después de la siesta en invierno, porque no hay invierno. Ni hay reverdecimiento por un nuevo ciclo de vida en primavera porque no hay primavera; como tampoco hay aroma a pasto recién cortado en las tardes de verano porque, claro, tampoco hay verano. Las primeras colonias llegaron a Marte luego de que los Pioneros construyeran las DomoCiudades durante más de una década sin parar; pensar que nos la pasábamos compartiendo -chiste mediante- videos en las redes sociales de los Boston Dynamics bailando o haciendo parkour, o recuperándose de las caídas luego de que les pegaran patadas en diferentes ángulos, mientras muchos se preguntaban para qué gastar dinero en lo que veían sólo como juguetes para ricos… En realidad se trataba de crear los robots más hábiles no para reemplazar a las personas en sus trabajos en la Tierra, sino para que adaptándose a los más inhóspitos lugares vayan preparando todo para la llegada de los grupos de humanos, desde las pistas y terminales donde habrían de llegar las naves terrícolas, los barrios donde vivirían los humanos, con absolutamente todo lo necesario para el orden y buen desarrollo social en cada uno, hasta las centrales de reciclaje absoluto, donde nada se desecha, todo se aprovecha: tanto maquinaria como residuos orgánicos, incluyendo los restos humanos, claro. Eso hicieron, y siguen haciendo tanto acá como en otros tres planetas los robots, los Pioneros.
Fue muy repentino, al menos al enterarnos esa fue la impresión que nos dio, no tuvimos mucho tiempo para asimilar lo que estaba pasando… Bueno, en realidad hacía mucho tiempo veníamos siendo advertidos con lo del calentamiento global por un lado, y con los grandes y para nada positivos cambios en el comportamiento de millones de individuos por el otro. Todavía no me termino de hacer la idea de cómo la predisposición genética fue virando hacia un tipo de obsolescencia programada de nuestra especie, provocando una irreversible involución hacia estados primitivos en los que en poco tiempo, en pocas generaciones, se fueron perdiendo los valores más fundamentales que como humanos fuimos desarrollando y cultivando a través de miles años, llevando nuestra especie a la extinción mediante la mismísima mano de nuestros “semejantes”, que ahora ya no son considerados como tales, se sabe que las diferencias desde lo físico e intelectual son abismales entre ellos, los Dhuma (“des-humanos”, que por cruel que haya parecido el término, nos ayudó a asimilar más rápido las acciones a tomar) y nosotros, los Neo Homo Sapiens Sapiens.
Los procesos de selección fueron dándose durante períodos bastante extensos para los tiempos que corrían, el mundo entero se había visto sacudido por la primera pandemia de lo que sería una seguidilla mortal que en sólo siete años cambió por completo la perspectiva humana, apurando a los ideadores de la colonización de este planeta con la urgencia de la supervivencia. Tenían que asegurarse que ninguno de los DHuma saliera del planeta, eso hubiera sido catastrófico. Aún hoy, veintisiete años después del arribo del primer grupo de NHSS, siguen llegando personas, pero ya totalmente adaptadas, no como nosotros que salimos de la Tierra y llegamos acá como quien cruza una carretera para ir de un pueblo a otro.
A veces extraño y mucho al planeta que dejamos atrás, todos los que estamos acá sabemos bien que si existe posibilidad de volver, no será en al menos unos ciento veinte, ciento cincuenta años, y ya no seremos nosotros, nuestra generación, sino nuestra descendencia, si es que así lo decide.. Es el tiempo en el que se estima que los Nhuma se extinguirán por completo.
Ahhh, va siendo hora de la cena, ¡hoy es un día especial! Mi propuesta de recuperación de manjares ante el Ministerio del Placer ha sido aprobada, se siente olor a mar, hasta en la piel puedo sentir un atardecer de verano: hoy, después de más años de los que pueda calcular, y por primera vez en Marte, vamos a comer rabas...