No quisiera creer en las coincidencias, pero no tengo más remedio que rendirme a tus orillas. Un puñado de palabras al azar que se encadenaron, una detrás de otra, como las luces de una guirnalda, como una línea de puntos que inauguran el boceto de un nosotros. Es de noche acá, una noche como todas, negraoscura, quieta y silenciosa, todos durmiendo. No me atrevo ni a servirme un trago, no sea cosa que se rompa el hechizo. Tu noche, en cambio, vos me decís, es una noche de colores. No conozco los colores de la noche, te confieso, las mías siempre fueron negras aunque ahora que no duermo tienen ganas de volverse blancas. De qué color es tu noche, le pregunto a tu sonrisa. Naranja, me decís y te confieso que me estoy riendo. ¿Naranja? ¿La noche? Claro, naranja. Naranja como las nubes de tormenta que devuelven el resplandor de la ciudad que no duerme, naranja como los espirales de luz que te marcan el camino en una calle a medianoche, naranja como el reflejo de un atardecer que se inmola en el río. Ámbar, como el otoño. Recién entonces todo ese color se hace certeza, y todas tus noches desfilan frente a mis ojos, tan rotundas y evidentes que se hacen música. Busco los auriculares en el embrollo que me rodea y ahí nomás está el señor Ferry acompañándome, acompañándonos. Te canto despacio “the sky is burning, a sea of flame, though your world is changing, I will be the same”. Tu risa en llamas me sacude y no termino de entender hasta que escucho, finito y tan cerca, de tu lado de la noche la misma voz que suena de este lado mío, “to need a woman, you've got to know, how the strong get weak and the rich get poor”. De ambos lados suena lo mismo, por supuesto. Ni me pregunto por qué, porque la respuesta es obvia. Otra luz en la guirnalda, una promesa nueva. Así nos conocimos, uno de cada lado de un espejo de palabras. Vos dibujás las postales y yo apenas alcanzo a perseguirlas. Corro detrás de tus trazos tratando de no perder el aire. Me llevás flotando como un manojo de globos. Volamos juntos y la noche se tiñe de lavanda. Como tus rodillas, como mis manos. Lavanda como las flores de tu ventana. Púrpura como el otoño. Vuelve tu voz y es el viento que se arremolina en el patio. Mi sorpresa es un ancla cada vez más suelta. Vuelvo a silbarte cualquier pregunta, no quiero nada más que dejarte hablar, porque ahora que conozco tu risa no encuentro mejor música que escucharte. Entonces, rompo el silencio. No sabés cómo necesito un vino, cuánto. Sí que lo sé, y por eso tengo. No puede ser. Claro que puede. Necesito no hacer ningún ruido y buscar una copa. Vale. La tengo, cerrá los ojos. Dale. Sostené el aliento, ahora. Escuchá tu sed golpeando contra el vidrio, son tres instantes, un acorde demorado. Retené en los labios la espuma tenue del deseo, el aroma de los recuerdos. Saborealo. Ahí lo tenés, ¿te parece?, es todo tuyo. Me pregunto si este vino, a través de este espejo, se parece a besarte. Claro. No quisiera terminar la noche pero tengo que irme. Vos también tenés que ocuparte de cosas mundanas. Dónde te encuentro le pregunto a tus ojos, siempre acá me responden cantando: tell her I'll be waiting, in the usual place, with the tired and weary, and there's no escape.
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