Hace nueve años escribí este texto como si fuera un llanto largo y desconsolado. Es increíble todo lo que nos pasó en estos nueve años pero todavía en más increíble que estemos otra vez en casi el mismo punto del círculo vicioso que es este país, en el mismo radio de una espiral dantesca que nos lleva siempre a un nuevo fondo. Hace nueve años tenía fácil la esperanza, ahora me cuesta un poco más.
Hace nueve años escribí LLUVIA
Ayer cayeron más de 300 mm de lluvia sobre la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito del país. Media ciudad quedó inundada completamente, más de un metro y medio en algunas zonas. El agua entró en las casas y destruyó todo. El nivel subió varias horas y, cuando empezó a bajar, lo hizo con una lentitud desesperante. El viento del sudeste colaboró a bloquear más los desagües. Como si faltara algo, al anochecer empezó a arder una planta de coque que está en la zona de la destilería de YPF y se levantó una nube tóxica descomunal.
Mientras pasaba todo esto, la tv pública pasó del acto en Puerto Madryn a un corto sobre los combatientes de Malvinas. En el medio, los de 678 le echaban la culpa a Clarín por las inundaciones de la ciudad de Buenos Aires. Sí, no es joda, el sobreimpreso hablaba de Clarín y su encubrimiento a Macri, yo lo vi, no me lo contaron. Y en la redacción de Página /12 diseñaban una tapa histórica (Venecia sin ti) que le pasa el trapo a la totalmente blanca.
Hoy a la mañana la inundación en La Plata todavía no había bajado. No hay luz, ni agua potable, ni funcionan los teléfonos. Hay casas que todavía tienen 50 cm de agua o más. Hay autos apilados por la correntada como en las películas apocalípticas, cadáveres flotando en las calles. Hay gente que todavía está esperando ayuda. Hay personas en la calle absolutamente consternadas, impotentes. Al mediodía de hoy se cuentan 50 víctimas, la mayoría gente grande que murió encerrada en su casa. Mientras tanto, la tv pública se ocupa de un cacerolazo contra Macri en Cabildo y Crisólogo Larralde. O por ahí.
Cuando empezó la lluvia fuerte, Juan Pablo empezó a levantar las cosas, todas las cosas levantables de su casa a medida que entraba el agua. Cuando le llegaba a los tobillos, se fue a lo del vecino, en el centro de la manzana, y allí espero hasta que también en lo del vecino empezó a subir el agua. Cuando pudo volver a su casa, la heladera flotaba horizontal en un lago de agua negra. De color negro.
Claudio, Alicia y Nicolás se refugiaron en el altillo porque en la casa tienen más de medio metro de agua. Se comunican a través de celulares que se están quedando sin batería.
Cintia, su marido y su hijo pasaron la noche en el techo de su casa, chupando frío y pidiendo ayuda desesperadamente para los vecinos ancianos que no pudieron subir. Ocho horas después seguían en el techo y seguían pidiendo ayuda. También se están quedando sin batería.
Hernán y su familia estuvieron horas en el auto tratando de llegar a su casa a través de una ciudad que por zonas es un río y está llena de autos varados y flotando sin rumbo.
Marcos se pasó más de una hora batallando sin respiro con el escurridor para que el agua no pasara de la cocina al living. Vive en La Cumbre, que se llama así porque es la zona más alta de la ciudad.
Coco vive solo. Lo último que se sabe de él es un mensaje que dice que perdió la casa y el auto.
Miria y Alberto tienen más de 70 y viven en un tercer piso. Están sin luz y, si se le animaran a la escalera, bajarían hasta el auto, que está en la cochera donde hay 30 cm de agua, para salir, si es que arranca, a una ciudad intransitable. Sus vecinos del segundo piso salieron anoche de la casa de su hijo y no pudieron llegar: tuvieron que pasar la noche en el auto.
Ida estaba en la casa de Graciela cuando se largó a llover con todo. Sus hijas le avisaron que no volviera porque la casa estaba inundada y el barrio intransitable. Se quedó a dormir ahí, sin luz, sin agua, sin teléfono, pero seca porque es un primer piso. A la mañana se fue, pero no sabemos cómo está porque no hay forma de comunicarse.
Analía se atrevió hasta el trabajo. En la oficina encontró medio metro de agua y todo arruinado.
Pongo los nombres porque todas son personas, gente. No son ni K ni pro ni opo ni Corpo ni campo ni votantes de nadie, son todo eso y son gente que está viendo cómo el agua les da vuelta la vida en un instante. Algunos de ellos, incluso, cuando los inundados y los muertos eran sólo de la ciudad de Buenos Aires, se reían de “lo que estarán pensando los votantes de Macri en este momento”. Macri será todo lo que quieran que sea y mucho más, pero sacó la cara, y habrá dicho boludeces o no, pero al menos dijo algo, y salió con el equipo a hablarle a la gente. Y contestó preguntas. O sea, escuchó y contestó preguntas, ¿se entiende? Scioli también salió, un poco más tarde eso sí, pero salió. El gobierno nacional, en cambio, volvió a guardarse. Como hizo con lo de Once, y con lo de Cromagnon, como NO hizo Dilma con el incendio en Río NI TAMPOCO hizo el presidente de Chile con los mineros. Porque acá sólo se interrumpe todo, se impone el luto y se sale volando cuando se muere el presidente de Venezuela. Los que sí salieron son la bandada de militontos, con todo el guión y el diccionario bien estudiado y aprendido y estuvieron por todos lados repartiendo culpas en la OPO y los HEGEMÓNICOS y deslindando responsabilidades.
Mientras tanto Juan Pablo, Ida, Alicia, Marcos, Graciela, Cintia y los cientos de miles de platenses afectados están viendo cómo y cuándo van a poder volver a algo parecido a la normalidad. Esperando desesperadamente noticias de los allegados. Pensando cómo van a hacer para recuperar lo perdido. Porque, como para muchos de nosotros, ésta es otra inundación, ni la primera ni la última. Porque lluvias e inundaciones va a haber siempre. Lo único que esperamos es que no haya más militontos. Nunca más.