después de la décima puteada pensé que en la escuela deberían enseñarle a la gente cómo caminar con un paraguas, yo también escuché eso de lo que natura non da salamanca non presta pero bueno, hay que intentarlo igual ya que natura viene fallando en dotar a su especie más inteligente con el mínimo sentido común indispensable como para que un ser humano entienda que dos paraguas no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, de una mínima dosis de empatía para no caminar ocupando todo el espacio bajo techo cuando hay otra gente que no tiene con qué cubrirse y se está mojando, de la sagacidad para intuir que clavarle la punta del paraguas a otro ser humano no puede ser nunca una buena idea, estas cosas pensaba caminando bajo la lluvia mientras me divertía con la maravillosa aventura que ideó el municipio para que no nos aburramos: dejar las baldosas flojas para que practiquemos el juego “el que no detecta la baldosa floja llega embarrado al trabajo”, entretenimiento en el que la ciudad pone un gran esmero renovando las veredas continuamente con baldosas nuevas pegadas con engrudo, lo cual puede generar dudas en los ciudadanos escépticos pero la verdad es que el intendente logró brindarnos diversión y ahorrar cemento al mismo tiempo, aunque es una lástima que perdamos tantos minutos esquivando baldosas flojas ya que el tiempo bajo un paraguas transcurre de manera diferente: verdad universal que sin necesidad de recurrir a la física cuántica cualquiera puede comprobar tomando nota del sentido de urgencia que tenemos siempre bajo el paraguas, ya que queremos llegar pronto para no mojarnos y nos vemos demorados por chapotear esquivando baldosas sueltas y, sobre todo, por los más torpes representantes de la humanidad que algún dios hijo de puta decidió ponerlos hoy todos juntos en nuestro camino, gente que gesticula con el paraguas como si fuera una espada, homínidos que creen que es una buena idea frenar de golpe para mirar una vidriera rompiendo el flujo natural de gente emparaguada y provocando que los no idiotas choquemos entre nosotros y perdamos puntos en el jueguito de las baldosas, sujetos que avanzan hacia vos con el paraguas en ristre sin amagar jamás a esquivar el nuestro, pero que si bajamos el nuestro bajan el suyo y lo suben si lo subimos: torpes con matrículas de expertos en asegurar la colisión, una multitud de gente que llegó tarde al reparto de urbanidad y que hoy, justo hoy bajo la lluvia, está en nuestro camino empeñándose en joderme la vida, llevando a un límite mi entrenamiento en reprimir puteadas, un ejército de zombis cuyo objetivo es lograr arrancar tantos ojos como sea posible, clavar extremos del paraguas en el rostro de nosotros, los futuros tuertos, personas que disimulan su condición de agentes del mal bajo un disfraz de gente común, a las que si te acercás a reclamarles por su letal puntería con el paraguas te miran con ojos bovinos haciendo como que no pasó nada mientras te saludan con un “que barbaridad cómo llueve, qué lo parió”
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Cuánta verdad en esta ficción!