Hace bastante más de diez años nevó en Buenos Aires. No era domingo pero era feriado. Se sentía como domingo. Un domingo frio de julio. Hace algo más de diez años fuimos juntos los tres a un cumpleaños en Caballito, bajo esa nieve impensable. Te quiero yo y tu a mi, somos una familia feliz. Escuche por primera vez a Barney y vi a los padres correr a juntarse con sus hijos y abrazarlos como cuando suena YMCA en los casamientos y la gente se pone a hacer la coreo. Nosotros, entonces, ya teníamos una hija de dos años. A Barney todavía no lo habíamos escuchado. También nosotros, tiempo después nos miramos con ojos nevados y nos abrazamos a ella en miles de cumpleaños infantiles, porque empezamos a formar parte de la secta de personas que aman a sus hijos. Ella, nuestra bebé, no era demasiado feliz en los cumpleaños. Se pegaba a vos o a mi alternativamente. Y no se tampoco si éramos una familia feliz. Pero te debía un cuento. Porque a todos les escribi, menos a vos.
Hace diez años no hubiese imaginado que hoy íbamos a estar donde estamos: yo aca y vos allá. Ese 9 de julio me llamaste al living y me dijiste: me parece que está nevando. Y tomaste tu cámara de fotos, tranquilo, casi apunado, y saliste al balcón, porque era magia lo que sucedía y vos, hay que reconocerlo, si creías en el valor de la magia. Como el día que me dejaste un regalo de Reyes en los zapatos y me hiciste llorar y reír fuerte.
Quizá sí fuimos felices, vos a tu manera, yo a la mía.