Otra vez pizza, diosmío, ¿cuándo vamos a cambiar de menú? Facundo y su puta cátedra de amasado, como si no lo hubiésemos escuchado quinientas veces. “El secreto es el extracto de malta, ¿capishe?” ¡Qué pesado que sos! Te sale rica, chabón, pero tampoco es para tanto. ¡Ay, Gonzalo, si no te quisiera tanto...! Otra noche de viernes tirada con los primos, y esta otra densa que insiste con los cuentitos de pacientes pirados, ¿no tiene otro tema los psiquiatras? ¿Qué dirían si yo me pongo a hablar de redes neuronales? Soy una guacha, pero hace cuánto que no vamos a bailar, hoy teníamos la excusa perfecta. Pobre Ro, la dejé plantada otra vez, tan ilusionada con el debut de su DJ. Má qué pobre Ro, pobre yo que sigo dándole a la pizza, mientras la loca se divierte con el novio nuevo. Después me viene con escenitas de celos. Hace cuánto que no puedo hablar con ella como antes. Ahora le llego a decir que me quedé con ganas de ir, y se arma, ni hablar si se entera que fue Gonzalo el que no quiso saber nada... Y no puedo fallarle en esto también, pobre, no se merece nada de lo que le hago, me quiere tanto y yo no sé valorarlo. De acá para allá, con la residencia, los cursos, las habilitaciones, sacrificándose, yo me voy temprano, él vuelve a cualquier hora, a la noche estamos fusilados, ni un rato para charlar tenemos. Dale, pibe, traé la pizza de una vez, acabala con los preparativos, ¿no ves que tenemos hambre? ¿Hasta cuándo va a ser así? Tengo que venir a lo de los primos para poder estar un rato con él, no lo veo nunca. Tendría que ser un poco más comprensiva, bancarlo más, los primos son sagrados, y está bien, es su familia. Ya veo que en Mendoza me va a volver loca con las visitas y los parientes. Menos mal que falta tanto, tengo que ponerme las pilas, aprender a arreglarmelas allá. Está buena, sí, más salsa que queso, pero al menos bien crocante, para chuparse los dedos. Tengo que crecer de una vez, no puedo seguir tan sarpada. Cuando se acaben las presiones, las corridas, los desencuentros, voy a encontrar la forma de tranquilizarme. Se lo debo a Gonzalo, no se merece una mina que no sabe controlarse. Si al menos le gustara salir, si no tuviera que aguantarme tantas ganas de bailar... cuántos quilombos menos que tendría. ¡La reputamadre, mirá cómo me manché! ¿No te digo que era demasiada salsa?
*
Menos mal que cambió la cara, parece que se le pasó, valió la pena ponerme firme. Debe ser la pizza de Facu, la mejor del país, indiscutible. ¿Viste, amor, que podemos pasarla bien sin necesidad de andar torturándose para bailar como sardinas alienadas en un boliche de cuarta? Pero la culpa es de Romina que no se banca que Cata quiera madurar, que tenga planes importantes y entonces la tira para la joda. La yegua la tienta y ésta duda. Mirá el vinito que te hubieras perdido si le hacíamos caso, porque no te habrás creído que yo iba a ir a escuchar esa música de mierda. Ni loco, espero que haya quedado bien claro, tiene que pasar algo muy grave para que yo falte si Facundo hace pizza. Menos mal que nos queda poco tiempo en Buenos Aires, unos meses que pasan volando y se acabó el problema de la pendeja insoportable. No veo la hora de pegar la vuelta. Porque si yo tuviera un poco más de tiempo para dedicarle, hace rato que esto no pasaría. Pero claro, tantas cosas por hacer, las fechas encima, controlando que nada se salga de sus carriles, que ningún imprevisto dilate los plazos. ¿Compró las aceitunas que le dije o son las mismas piedras del otro día? ¿Tengo que ocuparme de esto también? Y Cata que me banca tanto, pobre. Pero en Mendoza va a ser diferente, prometido. Vamos a instituir un día que sea nuestro, para estar solos y hacer lo que queramos. Le voy a decir a Facu que me enseñe a hacer pizza, si él aprendió no veo por qué yo no... Hasta le voy a dar el gusto de ir a bailar alguna vez. Allá vamos a vivir tranquilos, sin presiones ni corridas. Va a ser mi mujer y va a dejar ese laburo de mierda donde la exprimen y no la respetan... ¿qué gana? Lo mío es diferente, estoy haciendo una residencia con salario simbólico, pero acá lo importante no es el dinero, es la chapa, el prestigio, la experiencia. Aprender. ¿Qué corno podés aprender de la manga de mediocres que nos gobiernan? Hay que ser muy mediocre, un corrupto para gastarse cientos de miles de dólares en un sistema informático, como si no estuviera todo inventado ya. A cuánta gente que no tiene salud ni educación se podría ayudar con toda esa plata. Pero bueno, mejor me callo, no quiero darme manija y empezar de nuevo. Total, en un año a más tardar se acabaron las discusiones. Ahora hay que aguantar. Y comer pizza también, que está buenísima. Me acuerdo el masacote que hizo la primera vez, para el cumple de Alicia, se olvidó de ponerle levadura y le salió bien a la piedra, auténtica roca. Por suerte la mami empezó a ocuparse de las primeras cosas de la boda, la fecha sobre todo, así podemos confirmarle al tío Juan que va a venir especialmente del Vaticano para dar la misa de esponsales. Pero eso no te lo voy a contar todavía, mi amor, es una sorpresa. Una de las muchas que vas a tener. ¡Qué linda que sos, nena! Dale, mojate la remera, un poco más, bien pegadita te queda bárbara. Vas a ver que todo va a salir perfecto sin que vos tengas que hacerte cargo de nada. Allá va a ser todo bien diferente, no vamos a discutir nunca más y vamos a tener todo el tiempo del mundo para nosotros. Yo sé que vos también me necesitás ahora, que yo tendría que dedicarme un poquito más a vos, pero tengo la cabeza tan llena de cosas... justo ahora que tanto la necesito despejada, me aparecen estos temas que no puedo manejar, ¿será posible? Pero tengo que hacer algo, sí o sí, es urgente que me saque todo este bolonqui de la cabeza.
(* Capítulo pizzero de Doble o Nada, intento de novela perdida por ahí)