Algunas son como la fruta fresca, se renuevan a diario, a veces con la placidez de una manzana, otras con la pasión de una cereza, siempre las mismas, siempre distintas, y aunque se vuelvan pasas perduran inmutables y radiantes de sabores nuevos.
Algunas son semillas, acordes escondidos en canciones, pedacitos de espejo que guardamos en los mejores rincones hasta que vuelva la lluvia.
Otras son como gatos que se animan a las cornisas y se divierten enredándose en nuestras piernas, duermen la siesta en nuestra falda y provocan una caricia.
Hay unas pocas que se pudren y no tiene ningún sentido conservarlas.