La pensé alguna vez; me reprendí por la osadía de soñarla, y luego dejé que ese pensamiento se hundiera en algún recoveco del subconsciente, ¿acaso existiría? A veces reflexiono acerca de estas reacciones, y me planteo si tal vez sea una especie de autoboicot, porque si no me permito siquiera pensarla, ¿cómo podría conseguirla? Y es que pensarla me hace desearla, quererla y hasta necesitarla. Recuerdo las que tuve largo tiempo, casi todas diría -aunque más de una se mereciera un pasaje de ida al olvido- y muchas en las que fugazmente dejé algo de mí, aunque no hubiera sido mi intención. Pienso en la que tengo ahora, aunque no es ni sería nunca "mía", agradezco su existencia. Desde el principio se pactó que sería algo temporal, y bastante he renegado alguna madrugada en la que los espacios se me hacen extraños, y sin embargo he llegado a hacer las paces con la idea de sabernos de paso.
Ahora es de noche, se oye el suave repiqueteo de la refrescante lluvia primaveral y vuelvo a pensar en ella, y por un instante ni siquiera me importa si existe o no, porque si todavía no existe como la imagino, de alguna manera asumiré la responsabilidad de hacer que atraviese el umbral de mi imaginación y se concrete para mí, que sea toda para mí... Grande, para que me abrace por completo con cansancio y todo cada noche. Estable, para brindarme esa seguridad que propicia la calma mental. Alta, porque aunque yo soy petisa, siempre me he sentido a gusto si ante mí la figura es imponente. Firme, para que cada parte de mi cuerpo se sienta bienvenida y contenida. También suave, porque en la intimidad no valen las asperezas, y que se sienta su delicadeza al tacto estimulando como caricias a la piel toda. Que cuente con un buen respaldo, a esta altura de mi vida y después de todo lo experienciado puedo decir sin siquiera ruborizarme que, para mí, es importante contar con un buen respaldo. Que sea sumamente discreta, que sepa guardar todos los secretos que le confíe, todos mis sueños (hasta los que luego ya no recuerdo), y que con esa misma discreción sepa cuidarme de cualquier intento de ataque de pesadilla. Suspiro, y al suspirar trato de imaginar también su olor, que luego de un tiempo se fundirá con el mío, haciendo una nueva fragancia, única e irrepetible. ¿Que si puedo verla más en detalle? Mmm, un poco, no demasiado, no quisiera provocar una limitación. Sí sé que es de color uniforme y armonioso. No, no sé si blanca, negra, o qué color sea; en mi mente no observo esos detalles porque mucho no me importan. Ah, algo fundamental: limpita, siempre. Puede sonar poco amable, pero para mí se trata de un asunto no menor, la limpieza, la higiene es fundamental, y me comprometo también a estar bien aseada en cada encuentro, para también cuidarla yo a ella. Cierro los ojos, deslizo mis manos por mis brazos y casi puedo oír cómo sería el delicado frufrú del roce de mi piel desnuda por su superficie toda. Se me ocurre que quizás en mi idealización haya un poco de cada una de las anteriores, lo mejor de ellas en esta nueva, pero no, sé que mi próxima cama será la mejor de todas.